Consultora de equidad de género: Cuidar
- Nombre y Apellido
- Sofía Cortaberría
- País de Residencia
- Argentina
- Equipo
- Estado de la Iniciativa
- Proyecto
- Objetivo de Desarrollo Sostenible
- Igualdad de Género
- Problema que resuelve
- Lograr la equidad de género es uno de los desafíos de la agenda internacional y de los objetivos de desarrollo sostenibles para el 2030. En este marco, la conciliación entre trabajo y familias es uno de los principales desafíos en el proceso de construcción de una sociedad más igualitaria en la Argentina debido a la organización social actual del cuidado. El cuidado se define como “el conjunto de actividades indispensables para satisfacer las necesidades básicas e imprescindibles para la existencia y mantenimiento cotidiano de las personas. Incluye el autocuidado, el cuidado directo de otras personas, la provisión de las precondiciones en que se realiza el cuidado y la gestión del cuidado”. Las relaciones de cuidado se caracterizan por ser interpersonales y afectivas, dadas por quien brinda el cuidado y quien lo recibe, por estar socialmente naturalizadas como algo propio y exclusivo de la mujer y por ser intergeneracionales, ya que los niños y ancianos son los que requieren mayor necesidad de cuidado. Históricamente el cuidado ha estado a cargo casi exclusivamente de las mujeres. Esta definición cultural se puede observar en las tasas de participación de mujeres y hombres en el mercado laboral y en los quehaceres domésticos. Se puede observar, que en las edades productivas, la mayoría de los hombres se dedican casi exclusivamente a actividades del mercado laboral mientras que las mujeres tienen una inserción menor en el mercado laboral y una mayor carga de tareas de cuidado. Según los resultados de la “Encuesta sobre trabajo no remunerado y uso del tiempo” (2013), las personas con más de 18 años que viven en la Argentina dedican en promedio más de 5 horas al trabajo no remunerado por día. Sin embargo, este tiempo difiere si lo desagregamos por sexo: mientras las mujeres dedican, en promedio 6,4 horas al trabajo doméstico (incluyendo quehaceres domésticos, apoyo escolar y actividades de cuidado), los hombres dedican a las mismas actividades 3,4 horas diarias. Esta brecha en la dedicación de tiempo al trabajo doméstico no se altera por el aumento de las horas que las mujeres dedican en el mercado laboral, resultando por lo tanto en un empobrecimiento del uso del tiempo para ellas. En la Argentina, el marco general de legislación vigente sobre cuestiones de cuidado en el ámbito laboral es la Ley de Contrato de Trabajo Nº 20.744 (1974) que es el piso básico que luego es complementado por los diversos convenios colectivos de trabajo. Se prevén licencias y, para empresas con cierta cantidad de empleados, se exige la habilitación de salas maternales y guarderías de niños, aunque este último punto al no estar reglamentado pierde exigibilidad (salvo aquellas empresas abarcadas por convenios colectivos de trabajo que incluyen esta obligación). Se definen las siguientes licencias:1. Maternidad: 90 días corridos, divididos en dos periodos de 45 días, antes y después del parto. Se puede reducir el periodo previo a 30 días, acumulando el resto de los días en el periodo posterior al parto. 2. Paternidad: 2 días corridos. 3. Excedencia: se establece un mínimo de 3 meses y un máximo de 6, sin goce de haberes. 4. Reducción horaria para madres lactantes: se establecen dos descansos diarios de media hora por un periodo no superior a un año contando desde el nacimiento del hijo. 5. Hijos Discapacitados: se extiende por 6 meses posteriores a la licencia por maternidad. Vale destacar que no existen beneficios respecto a adopción, embarazo, atención del grupo familiar, atención de hijos menores, adaptación escolar ni visitas con fines de adopción. Las licencias previstas giran alrededor al nacimiento de hijos y existe una debilidad respecto a otros aspectos que favorecerían la conciliación familia trabajo, como por ejemplo, licencias parentales más amplias que permitan atender las necesidades de cuidado de las familias. La irrupción de las mujeres en el mercado de trabajo plantea la necesidad de repensar la distribución de las tareas de cuidado al interior del hogar y repercute en la demanda de políticas de conciliación y corresponsabilidad y de servicios públicos y privados en este sentido. Si observamos la evolución en el tiempo del porcentaje de la población ocupada y la participación de hombres y mujeres, se puede apreciar cómo la mujer incrementó su participación pasando de un 36,8% en 1990 a un 47% en 2010. Vale además señalar que, según datos del 2010, sólo un 30% de las mujeres y un 45% de los hombres ocupados tienen un empleo privado registrado, situación que pone de relieve la necesidad imperativa de contar con servicios públicos de cuidado que atiendan la demanda de la población con empleo informal. Para cubrir sus necesidades de cuidado, las familias y los individuos se valen de estrategias diversas: desde una creciente participación de los hombres en dichas tareas a la tercerización del cuidado, ya sea por medio del empleo doméstico remunerado o la contratación de servicios de guardería. Sin embargo, la persistencia de patrones machistas en la sociedad y las barreras de acceso a servicios de cuidado para las poblaciones de menores recursos traen aparejadas una serie de consecuencias en diversos ámbitos:En los hogares, una redistribución de roles aun inequitativa con la consecuente sobrecarga sobre las mujeres de la llamada doble o triple jornada laboral. En el Estado, una creciente demanda por servicios de cuidado públicos, por una escolarización obligatoria cada vez más temprana de los niños que no se logra atender y por la reglamentación de la legislación vigente para el cumplimiento de los derechos laborales y/o modificaciones que favorezcan la corresponsabilidad y la conciliación entre la vida laboral y familiar para mujeres y varones.En las empresas, se manifiesta en alta rotación del personal -especialmente femenino-, pérdida de capital humano, pérdida de diversidad en la fuerza de trabajo, disminución de la productividad, entre otros. Todos estos factores repercuten negativamente en el sentimiento de identificación y satisfacción del empleado con la empresa, aumentan la dificultad de contratar empleados claves, se disminuyen los aportes proactivos de los empleados a sus tareas en miras a mejorarlas y optimizarlas, etc.En el sector privado el tema es una preocupación creciente. Aunque cada vez más empresas entienden que deben implementar acciones para abordarlo, las iniciativas suelen ser aisladas, desarticuladas, sin una estrategia que las respalde y sin tener claro qué significa e implica realmente el cuidado, la corresponsabilidad, las problemáticas de género. Existen algunas iniciativas que trabajan en el tema con una mirada más integral y apoyan a las empresas para promover el cambio: Red de Empresas por la Diversidad de la Universidad Di Tella (R.E.D), Pacto Global de las Naciones Unidas, Grupo de Trabajo “Empresas por la igualdad” impulsado por el PNUD, entre otros. Las empresas se ven afectadas por la falta de atención al tema del cuidado al sub-utilizar a su fuerza de trabajo femenina (debido a la distribución desigual del cuidado) y así se vuelven menos productivas. Esto deriva en la pérdida de recursos valiosos para la empresa, alta rotación, mayor ausentismo, y un ambiente de trabajo desfavorable por la tensión que implica para aquellas mujeres conciliar el trabajo y las responsabilidades de cuidado. A la vez, las empresas que no atiendan la problemática se volverán menos competitivas a la hora de atraer y retener a la fuerza laboral frente a quienes sí lo hagan. Por último, con el modelo de trabajo actual el sector privado está reforzando una organización social del cuidado injusta en la que se dificulta el ejercicio de derechos a cuidar, ser cuidado y cuidarse, de las mujeres. Al llevar adelante este modelo, también se sostiene una discriminación encubierta, naturalizada por la sociedad actual. Las empresas también juegan un rol importante por su contribución para lograr una sociedad más igualitaria entre hombres y mujeres, y en el ejercicio de derechos de sus empleados. El sector privado alega la demora en el abordaje de la problemática a cuestiones presupuestarias y limitaciones en la disponibilidad de sus equipos de Recursos Humanos para administrar y diagnosticar las iniciativas. Lo que no están teniendo en cuenta es que las acciones de conciliación son una inversión estratégica a mediano-largo plazo porque reducen los tiempos y costos de reincorporación post maternidad, reducen los costos por rotación y sustitución de empleados. Es importante tener en cuenta también que muchas de las acciones no tienen un costo asociado para la empresa. Al hablar de “corresponsabilidad” también se promueve el foco en una participación creciente del hombre como cuidador y que pueda ejercer sus derechos de una manera más plena.En síntesis, la implementación de políticas de conciliación y de equidad de género en las empresas genera beneficios mutuos, tanto para la empresa como para la persona beneficiaria de los mismos. Por un lado, las personas se sienten más satisfechas, disfrutan de su trabajo, se sienten parte y plenas en su vida, y pueden ejercer sus derechos en plenitud. Por otro lado, las empresas logran retener al capital humano capacitado, mejorando la satisfacción de los empleados a sus trabajos, aumentando la productividad y el sentido de pertenencia a la misma y minimizando la rotación hacia otras empresas, y mejorando su imagen frente a clientes, proveedores y el público en general. Impulsar políticas de conciliación y corresponsabilidad en el cuidado beneficia a la sociedad en general en igualdad de género y ejercicio de derechos
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